Un mal día por un idiota

¿No os habéis levantado alguna vez con la sensación de que éste no va a ser tu día? ¿Con la idea de que como en la camita no se está en ningún sitio y no quieres salir de ella por que sabes que algo va a ocurrir? ¿Algo desastroso? Pues hoy he tenido esta sensación extraña, desde el mismo momento en que me estaba desperezando. La razón de ello no ha tardado mucho en materializarse.

Cuando llegué al trabajo, mi jefe estaba ya en la oficina (algo bastante raro), pero él no era la razón. Solo llevaba unos minutos aquí, ordenando un poco los papeles cuando entra por la puerta el tipo asqueroso ese que me trata como si fuera idiota. Algunos de mis amigos del Chat Lycos saben ya a qué me estoy refiriendo, pero como la mayoría no lo sabéis, expongo el tema:

Éste es un individuo que me trata despectivamente desde el principio y como si fuese un florero con nada en la cabeza. La primera humillación me la hizo cuando me tuvo 15 minutos sacando unas fotocopias para él. 15 minutos en nuestra asquerosa fotocopiadora que siempre está jodida, me ensucié los dedos de tinta al cambiar el tonner, me puse de los nervios por que se comía los papeles… Todo eso para decirme el pavo, riéndose y sin dejar de mirar mis tetas, que no hacía falta tal molestia, que ya iba a sacar él las fotocopias en su despacho. Yo… “serás hijo de puta, eso no me lo has podido decir antes?!”. Me sentí humilladísima.

Esa fue la primera vez, luego vino un día preguntando por mi jefe. Le dije que en esos momentos no estaba. Pues el tío, sin hacerme caso, ni mirarme a la cara, se cruza toda la oficina y se mete en su despacho. Ya tonta y mentirosa, ¿no?

Pero la gota que colmó el vaso ha ocurrido hoy. Me aparece todo hecho un basilisco diciéndome que soy tonta y una mala profesional. Que había estado todo agosto llamando a la oficina (ojo, en mi periodo de vacaciones), y que no le pasaba el recado a mi jefe. Yo le dije que estaba de vacaciones y va y me dice que eso es mentira, que reconoció mi voz por el teléfono y que dejara de hacerme la sueca. Me puse roja. La salvación es que estaba allí mi jefe y fui corriendo a su despacho y empecé a gritar y llamarle de todo al gilipollas ese, con la puerta abierta para que me oyera bien. Le conté todo, como me trata… tenía las lágrimas en los ojos por la rabia. Mi jefe me dijo que me tranquilizara que ya iba a arreglar el asunto.

Me voy de su despacho y el gilipollas ese entra sin que le den permiso (vaya educación). Yo estuve cerca para oír qué decían. ¿Os creéis que ese asqueroso le estuvo gritando a mi jefe y diciéndole que me despidiera? Al menos mi jefe, que es el mejor, le dijo a la cara que dejara de decir chorradas por que yo no he estado trabajando esas semanas en las que supuestamente llamaba, y le solicitó con bastante mala leche que tratara a los empleados de la oficina con mas respeto, que también había quejas de otras oficinas.

Volví a mi mesa (que, atención, estaba revuelta, me la estuvo revolviendo). Salió algo rojo del despacho el pavo y se largó sonriendo y diciéndome: “Hasta la vista, zorra”. Yo preferí callarme.

Regresé al despacho de mi jefe y me dijo que me tranquilizara. Que me cree y que no volveremos a tener tratos con ese individuo y que no me preocupara por mi empleo, que sabe como trabajo y que me tranquilizara.

Aún tiemblo de la rabia. Los puños casi siempre cerrados. Espero que sea cierto el que no le vayamos a volver a ver por aquí. Eso espero.